Nueva York

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Sky line de Nueva York desde Hoboken

«… le encantaba contemplar el perfil del la Gran Manzana desde esa orilla del río Hudson, especialmente cuando los gigantescos edificios encendían sus luces quedando recortados contra el cielo nocturno…»

-El puente del tiempo, capítulo 9: Sefarad-

Decir que Nueva York es un crisol de culturas no es algo nuevo, tampoco lo es afirmar que la comunidad judía en la ciudad de los rascacielos es una de las más dinámicas e importantes de Estados Unidos; sin embargo, que el origen de esta comunidad hunde sus raíces en los decretos de expulsión que promulgaran los reinos de España y Portugal en el siglo XV es un hecho menos conocido.

Buena parte de la diáspora sefardí se asentó por el mediterráneo oriental y el norte de áfrica, pero un importante grupo de judíos españoles y portugueses tomaron un camino distinto dirigiéndose hacia países europeos y, con el paso de los años, el Nuevo Mundo. En relación a la historia que contamos ahora, es importante señalar que el enfrentamiento de España con los Países Bajos durante el siglo XVI facilitó que numerosos sefarditas buscara refugio en Ámsterdam y las colonias holandesas[1].

En 1654 un navío de bandera francesa y nombre “Saint Charles” arribó al puerto de Nueva Ámsterdam (la actual Nueva York), entre sus tripulantes había veintitrés judíos que procedían de Recife. Huían de la ciudad brasileña reconquistada por los portugueses tras habar permanecido unos años bajo control de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales. Llegaban empobrecidos y agotados después de una dura travesía, su única esperanza era poder comenzar de nuevo en aquella parte del mundo. Sus anhelos se vieron truncados porque el gobernador holandés de la colonia dificultó todo lo que pudo su asentamiento. No fue si no después de un importante ejercicio de presión por parte de la comunidad judía de Ámsterdam que consiguieron permiso para establecerse. A pesar de la autorización, su vida no fue fácil porque el gobernador continuó haciendo todo lo posible para que se fueran.

Al pasar la colonia a manos inglesas la situación mejoró y la comunidad fue creciendo lentamente sin olvidar nunca sus raíces. Estos judíos de origen portugués y español construyeron la primera sinagoga de la ciudad y, plenamente integrados en su nuevo hogar, parece que la mayoría apoyó la causa de la independencia de los Estados Unidos frente a la metrópoli británica[2].

Poco a poco, la inmigración de judíos de origen centroeuropeo y eslavo (los conocidos como asquenazíes) fue sumándose a la sefardita terminando por superarla en número a lo largo del siglo XVIII[3]. En cualquier caso, los sefarditas norteamericanos continuaron siendo un grupo de referencia que se preocupó de mantener los rasgos de su peculiar cultura. Entre las señas que se esforzaron por preservar cabría destacar el idioma y la liturgia heredada de sus antepasados españoles y portugueses.

Hoy, entre las comunidades sefarditas, la de Nueva York es una de las más numerosas fuera de Israel. En un momento en que la pujanza del español en Norte América es incuestionable y al pasear por la Gran Manzana es posible salir de casi cualquier apuro hablando castellano, resulta curioso saber que la primera institución donde se enseñó la lengua de Cervantes en esta parte del mundo no fue una universidad, sino una escuela rabínica sefardita[4].


(1) Para conocer en detalle los destinos de los la diáspora española y portuguesa ver: Sefarad. Los judíos de España. Por María Antonia del Bravo, Ed. Sílex, 1997, pp. 275-330.

(2) The Columbia History of Jews and Judaism in America. Editado por Marc Lee Raphael, Columbia University Press, 2008, p. 37.

(3) Ibíd. p. 28.

(4) Mar Vilar: La Qehila sefardí de Nueva York: el primer núcleo hispanófono en la Norteamérica anglosajona. Universidad de Murcia, p. 248.


Para saber más: 

Los sefardíes en la Wikipedia

La revista del CSIC sobre la cultura y la historia sefardí

Foundation for the advancement of sepharadic studies and culture



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