Grabados rupestres de la Siega Verde

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«… había hecho un alto para atar mejor la cuerda con que había sujetado el odre, cuando se fijó en una roca que parecía cortada por un cuchillo…»

-El puente del tiempo, capítulo 20: Promesas-

En un paraje labrado por el río Águeda, a escasos 17 kilómetros de Ciudad Rodrigo, se encuentra este lugar prácticamente único en España. Hasta el descubrimiento de los primeros abrigos rocosos decorados en las inmediaciones de la actual estación de interpretación del yacimiento (en la década de los 80), se consideró que la arte rupestre del periodo paleolítico se producía casi exclusivamente en cuevas. Sin embargo, el hallazgo de estos grabados y poco tiempo después de otros similares en el valle del río Coa en Portugal (a unos 50 kilómetros) hizo cambiar esta percepción.

Gracias al trabajo de los arqueólogos que resaltaron el valor del hallazgo y su singularidad, la UNESCO fijó sus ojos en esta galería de arte de más de 20.000 años de antigüedad.  El organismo internacional integró, primero el yacimiento portugués (1998), y luego el español (2010), en su lista de lugares Patrimonio Cultural de la Humanidad. Hoy es posible visitar ambos enclaves y compartir con quienes vivieron antes que nosotros su forma de ver el mundo.

En el caso de la Siega Verde, las pinturas se encuentran repartidas en un tramo relativamente corto de la margen del río. Casi todas ellas están orientadas hacia levante lo que sugiere una intencionalidad quizá relacionada con cultos de carácter mágico. Caballos, uros, ciervos e incluso cánidos están esculpidos en la roca y son iluminados por los rayos del Sol cada mañana desde hace miles de años. Quienes han estudiado los grabados consideran que el lugar podía ser un cazadero que aprovechaba un vado del torrente por el que los animales debían cruzar. Allí apostados y en silencio, nuestros antepasados esperarían a las presas que cobrarían con el único objetivo de sobrevivir.

Se ha señalado que los grabados podían servir para marcar el territorio de un clan, también que actuaban como símbolos propiciatorios para favorecer la caza, pero no hay certeza. Si las pinturas buscaban favorecer un lance venatorio o permitir que el espíritu del animal siguiera vivo al permanecer indeleble en la roca, es algo que se nos escapa. Son muchas las interpretaciones que se han dado a las distintas manifestaciones del arte rupestre. A las mencionadas antes se suman otras que, por ejemplo, vinculan las figuras de las cavernas con hechos naturales o fenómenos astrales (1) . Está claro que es difícil llegar a una conclusión, pero cada vez que se propone una nueva teoría, el análisis de las precedentes aumenta nuestro conocimiento acercándonos a nuestros ancestros.

No dejen de caminar y contemplar esos trazos piqueteados con esmero, si están predispuestos es posible volver a sentir ese íntimo vínculo que unía al hombre del pasado con la tierra que pisaba, el entorno invita a ello.


(1) Raquel Lacalle Rodríguez: Los símbolos de la prehistoria. Mitos y creencias del Paleolítico Superior y del Megalitismo europeo. Ed. Almuzara, 2011.


Para saber más:

Estación Arqueológica de Arte Rupestre de Siega Verde

Documental de Radio Televisión Española sobre las pinturas rupestres de Siega Verde

Olivia Rivero Vilá: Las manifestaciones artísticas al aire libre al sur del río Duero: los yacimientos de Foz Coa en el contexto del arte paleolítico peninsular. Ensayo recogido en el libro:Arqueología, patrimonio, prehistoria e historia antigua de los pueblos «sin pasado». Ecos de la Lusitania en Arribes del Duero. Editato por Noemí Cubas Martín, Manuel Salinas de Frías, David Hidalgo Rodríguez. Universidad de Salamanca, 2010



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