«… el trayecto fue breve, la antigua metrópolis comercial del norte de Europa apenas distaba cincuenta kilómetros de la capital del estado…»
-El puente del tiempo, capítulo 11: De lugares y coordenadas-
La región de Flandes pasó a formar parte de la corona Española por lo que podríamos denominar una carambola del destino. No obstante, las consecuencias de este hecho fueron profundas y, en buena parte, moldearon la Europa que hoy conocemos.
La segunda hija de los Reyes Católicos, Juana I de Castilla (más conocida como Juana la Loca) casó con Felipe, duque de Borgoña (apodado «el Hermoso»). Felipe era hijo del Emperador Maximiliano I de Habsburgo y el matrimonio fue visto por los reyes hispanos como una oportunidad de estrechar lazos con el Sacro Imperio Romano Germánico y contrarrestar las pretensiones de Francia sobre distintos territorios ligados a la corona aragonesa. Juana no había sido educada para el gobierno, pero las muertes de sus hermanos y un sobrino la situaron en primer lugar de la línea sucesoria de los reinos de Castilla y Aragón. Fue jurada como reina en 1502 por las cortes castellanas, sin embargo, numerosas intrigas y movimientos políticos impidieron que llegara a ejercer como soberana. Finalmente, el trono hispano recayó en su hijo Carlos I que, por línea paterna recibiría, entre otros muchos territorios, el ducado de Brabante. Dicho ducado incluía las ciudades de Bruselas, Amberes y Lovaina.
Carlos había sido educado en Gante y durante su reinado se esforzó por consolidar los territorios de los Países Bajos. Tras su muerte, el ducado fue heredado por su hijo Felipe II. El “Rey Prudente” tuvo que emplearse a fondo para mantener las levantiscas provincias del norte bajo control empecinándose en una larga guerra que continuarían sus descendientes. El esfuerzo bélico fue tremendo y absorbió ingentes cantidades de recursos provocando sucesivas bancarrotas a las arcas reales precipitando el fin de los Austrias españoles.
Por su relación con la novela El puente del Tiempo nos centraremos a continuación en tres de las ciudades más famosas de los Países Bajos: Bruselas, Amberes y Lovaina. A comienzos del siglo XVI, la pujanza y riqueza de las ciudades antes nombradas era muy importante: Bruselas ostentaba la capitalidad del territorio desde comienzos de esa centuria; en Amberes recalaban buques con productos de todo el mundo procedentes de puertos como Sevilla, Bilbao o Venecia; por su parte, Lovaina sumaba a la actividad mercantil una universidad que, en el campo de la cosmografía, no tenía parangón en Europa. Veamos a continuación algunos aspectos menos conocidos de las relaciones que se establecieron entre España y estas ciudades a lo largo del siglo.
Bruselas bajo el reinado de Carlos I experimentó un notable desarrollo ya que el monarca la eligió como sede capitalina del Brabante Flamenco. Como tal, la ciudad recibió a embajadores y cortesanos y fue sede de capítulos de la orden del Toisón de Oro. La significación política y la importancia de la urbe para la Monarquía Hispánica se ejemplifican en el hecho que el Emperador abdicó en esta ciudad en su hijo, el futuro Felipe II.
En el caso de Amberes, los lazos con España también se establecieron porque la ciudad se convirtió en refugio de numerosos judíos conversos que huían de la Inquisición. Algunas de las familias allí emigradas mantuvieron importantes lazos comerciales con su antigua patria. No obstante, la situación cambió significativamente a partir de 1576. En esa fecha se produjo el saqueo de la ciudad por parte de los tercios españoles (más de dos años esperando a recibir sus sueldos y viviendo a costa de la población generó una situación insostenible que desembocó en un estallido de violencia incontrolada). Este hecho influyó en que pocos años más tarde la ciudad se alineara con provincias rebeldes del norte en contra de la corona española. En 1585, tras un largo sitio, Amberes será tomada nuevamente por las tropas de Felipe II. Desde ese momento muchos sefarditas huyeron a Ámsterdam donde, en un ambiente más tolerante, recuperaron su condición de judíos.
En la universidad de Lovaina recalaron destacados intelectuales de origen hispano como el gran humanista valenciano Luis Vives. Vives coincidirá en Lovaina con Erasmo de Rotterdam y allí se publicarán algunas de sus obras más importantes. En esta escuela también estudiará un científico castellano menos conocido: Juan de Rojas y Sarmiento. Rojas amplió en los Países Bajos sus conocimientos sobre matemáticas y geodesia escribiendo un tratado sobre la fabricación de instrumentos astronómicos que alcanzó gran difusión en Europa. Tanto Carlos I, como su hijo realizarán múltiples encargos a los profesores de esta universidad sabedores de la importancia que para la navegación tenían las investigaciones que realizaban.
Vemos pues que las relaciones que se establecieron a lo largo del siglo XVI con las metrópolis del norte no fueron sólo políticas y militares, también se tejieron lazos comerciales e incluso académicos y científicos. Testigo de ese pasado y esos vínculos es el escudo que aún señorea el ayuntamiento de Amberes. En él siguen estando las señas de los reinos hispanos que formaron parte de un imperio abarcando territorios a lo largo de toda una tierra que, ya sin duda, era redonda.
Para saber más:
Miguel Ángel Echevarría: Flandes y la Monarquía Hispánica: 1500-1713. Ed. Sílex, 1998
Julio Albi de la Cuesta: De Pavía a Rocroi. Los tercios de infantería española en los siglos XVI y XVII. Balkan Editores, 1999, pp. 175-192
Koenraad Van Cleempoel: Instrumentos científicos del siglo XVI. La corte española y la escuela de Lovaina. Catálogo de exposición. Fundación Carlos de Amberes, 1997
María Antonia Bel Bravo: Sefarad. Los judíos de España. Ed. Sílex, 1997
Felipe Picatoste y Rodríguez: Apuntes para una biblioteca científica española del siglo XVI.Madrid, 1891