Salía de la corte con la cabeza gacha maldiciendo su suerte, una vez más las esperanzas de Colón se veían frustradas. La comisión de expertos nombrada por Isabel la Católica había desestimado, por imposible, la propuesta de navegar hacia poniente para alcanzar las costas de Catay y Cipango. Los sabios consultados argumentaban que era inviable que una nave pudiese albergar pertrechos, agua y víveres para una travesía tan larga. Llegar a Asia navegando en dirección a la puesta de sol era una empresa descabellada. El caso es que tenían razón…
Aunque la noticia era desalentadora, el aún aspirante a Almirante de la mar Océana no iba a rendirse, había dedicado su vida a un sueño y estaba dispuesto a cumplirlo. Tenía que conseguir volver a hablar con la reina. Sus cálculos y estimaciones estaban avalados por algunos de los más prestigiosos cosmógrafos de la antigüedad. Estrabón y Ptolomeo seguían iluminando con su saber a hombres que vivían más de mil años después que ellos. De hecho, las propuestas del segundo en el ámbito de la astronomía explicaban casi perfectamente el movimiento de los astros. Tal fuente de conocimiento no era, en absoluto, desdeñable. Sin embargo, la experiencia de geógrafos y marinos ya había puesto en entredicho una de sus conclusiones más importantes: el tamaño de nuestro planeta.
Lo que Colón no quería ver era que los doctores que habían evaluado su viaje tampoco estaban mancos a la hora de tirar de reputados cosmógrafos. Autores como Marciano Capella (s. V d. C.) afirmaban que la medición realizada por Eratóstenes, siglos antes que Ptolomeo, parecía más acorde con los relatos de los viajeros[1]. También eruditos islámicos de enorme prestigio como Al-Jawarizmi habían corregido o matizado las hipótesis del sabio alejandrino[2]. Hoy sabemos que estos autores estaban en lo cierto. A modo de ejemplo digamos que la longitud que Ptolomeo daba al mar Mediterráneo erraba en más de 20˚. En realidad el navegante genovés, al defender a capa y espada las hipótesis ptolemaicas, hacía lo mismo que los políticos con las estadísticas, arrimaba el ascua a su sardina sin atender otras consideraciones.
Esfera armilar. Colección Museo Naval
Se han escrito “mares” de tinta tratando de explicar cómo Colón pudo realizar un viaje como aquel sin tener noticia cierta de la existencia de América. Algunas de las hipótesis planteadas son descabelladas, otras más plausibles, pero a día de hoy no hay certeza. De lo que sí podemos estar seguros es de que quienes se habían ocupado de representar el mundo de forma “científica” antes de su travesía, no parecían tener constancia de la existencia de un continente entre las costas occidentales de Europa y Asia. Ya fuera en los territorios del Islam o de la Cristiandad, la Tierra era una esfera en la que había tres grandes masas de tierra emergida (África, Europa y Asia). Entre Cádiz y la corte del Gran Khan sólo estaba Cipango.
A pesar de todo, el viaje se realizó con el apoyo de la Corona. Al ver los datos que acabamos de dar podemos preguntarnos por qué la reina Isabel se decidió a apoyar la empresa en contra de la opinión de sus consejeros. Quizá la respuesta es que tenía mucho que ganar y poco que perder. Armar la flota era una inversión importante (que en buena parte sufragaron otros…), pero adelantar a Portugal abriendo una nueva ruta para el tráfico de especias de Oriente, como en el anuncio, no tenía precio. Con las costas del Mediterráneo oriental en manos del cada vez más fuerte Imperio otomano y venecianos y genoveses monopolizando el comercio entre Asia y Europa, acceder directamente a los territorios en los que se producían los productos más apreciados de la época era una tentación muy fuerte. Digamos también, siendo justos, que la reina católica fue más audaz que otros monarcas europeos. Colón se había paseado ya por varias cortes ofreciendo sus servicios y había sido rechazado. En cualquier caso, ya fuera por ambición o por capacidad de anticipación, la decisión de apoyar la empresa tuvo consecuencias inimaginables para quiénes la tomaron.
Astrolabio naútico del siglo XVI. Colección Museo Naval
Se suele poner el foco sobre los efectos políticos, sociales y humanos que el viaje colombino tuvo porque sin duda fueron de primerísima magnitud. No obstante, aquí queremos destacar también su contribución a establecer con precisión las dimensiones reales de nuestro mundo y, con ello, a conocer un poco mejor el inmenso barco que es el planeta en el que navegamos.
En la Real Academia de la Historia se conserva un ejemplar de la Cosmografía de Ptolomeo que perteneció al Almirante y que contiene anotaciones de su puño y letra[3]. Dicha obra establece un vínculo directo entre la antigüedad clásica y el comienzo de la edad moderna. Su valor histórico y material es incalculable y los estudiosos lo utilizan para comprender mejor qué es lo que Colón realmente sabía al realizar sus viajes de descubrimiento. Tales averiguaciones son sin duda imprescindibles para conocer nuestro pasado. Con todo, los apuntes que una persona hizo sobre las ideas que alguien había expuesto mil años antes, a mí me hacen pensar que los sueños, a veces, se hacen realidad (aunque sea de forma insospechada).
Ballestina. Colección Museo Naval
[1] Gonzalo Menéndez-Pidal: Hacia una nueva imagen del mundo. Real Academia de la Historia, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2003, pp. 20-21
[2] Íbid., pp. 53-54.
[3] Carmen Manso Porto: La Cosmografía de Ptolomeo de la Real Academia de la Historia y su relación con Cristóbal Colón.
P. D. Si les ha gustado el artículo y tienen oportunidad, no dejen de visitar el Museo Naval sito en el Paseo Paseo del Prado, 5 de Madrid. Les aseguro que no se arrepentirán.